viernes, septiembre 12, 2014

Entrevista con MIRAFLORES (IV de IV)



(Última entrega de nuestra entrevista con Emilio R. Caqscajosa, cantante y letrista de MIRAFLORES, excelente banda sevillana que en breve saca disco a la calle)


-¿Para qué sirve una banda de rock cuando tienes 40 años? Pros y contras, sentidos y contrasentidos, etc…

Hace unos días le propuse a Juanmi de Malheur que se uniera a un colega y a mí en un proyecto de laboratorio donde queremos mezclar la herrumbre de los Neubauten con guiños doom y ecos al ambient de bandas como Main. Su respuesta tras escuchar algunas pruebas grabadas en casa fue: “Me suena un poco teenager ochentero. Ese rollo de oscuridad y las referencias a Mengele… Y yo tan mayor en pleno siglo XXI, no sé, no sé”. Mi respuesta fue que a nuestra edad, ya el simple hecho de colgarte una guitarra para subirte a un escenario es lo suficientemente descerebrado como para echar todo por tierra. Si buscas madurez, lo mejor es trabajar en una caja de ahorros.

 Fuera de bromas, creo que la edad te limita. Como sucede con el sexo, donde también entran en el juego lo físico y lo emocional; los vasos sanguíneos no drenan la sangre de igual forma superada la treintena. Pero por otro lado, la edad te da la suficiente experiencia como para tomarte las cosas de forma descreída y realista. Las diferencias en cuanto a aspiraciones te ayudan a centrarte de otra manera. Lo mío ha sido pura casualidad. Un día me encuentro con Javi por la calle y en un intento por hacer algo que me saque de un estado de desidia absoluta motivado por varios cambios en mi vida, le propongo hacer algo que suene en la onda Scientists/Chrome Cranks. Él, que acababa de iniciar un nuevo proyecto donde inicialmente cantaba su novia, acabó dándome el toque para probar en el local una versión del ‘Blood Shot Adult Commitment’ de Madrugada. Así de sencillo.

 Tras intentar montar una banda en numerosas ocasiones y haber estado inmerso en el mundo de la música desde la trastienda, ahora es cuando se han dado las condiciones necesarias que me han empujado a grabar un disco y defenderlo en directo. Probablemente nunca fue mi momento, hasta ahora. Y no pienso dejarme llevar por esta fresca satisfación como para intentar conseguir lo que podría haber logrado si Miraflores hubiese existido hace veinte años. Principalmente porque tampoco me tomo demasiado en serio mi papel como músico, aunque me satisface y respeto bastante lo que estamos consiguiendo. Javi, por ejemplo, sí que lleva veinte años en el tajo, y puede que esto le lleve a tener unas aspiraciones distintas, más basadas en su experiencia como músico. Sí te aseguro puedo sentirme satisfecho de tocar en el tipo de banda que me gustaría ver sobre un escenario como público, entrevistar como periodista o programar como promotor. Y puedo decirte que hemos grabado el tipo de disco que no dudaría en comprarme. Eso, a los 42 años, con una economía que zozobra y una vida repleta de vaivenes, es más de lo que habría imaginado hace décadas cuando hacía playback escuchando a The Clash en mi cuarto.

Sinceramente, me agrada que la respuesta general esté resultado positiva y que pese a lo agresivo de la propuesta el público esté entendiendo los códigos que manejamos. Eso al menos te permite generar cierta infraestructura como para que un sello apueste por editarte el álbum o que un promotor cuente contigo para montar un bolo. Pero si quito por un momento ese feedback facilitador, realmente me importa todo un carajo. Tenemos buenos temas y disfruto con ellos, con eso me basta. En el momento en el que eso deje tener peso, se acabó para mí la historia. Aunque debería plantearme dejar de fumar y hacer ejercicio si no quiero acabar tieso sobre un escenario un día de esto. No pesan los kilos, pesan los años.

-¿Te gustan The Doors? La pulsación del último tema me parece muy Doors, en el fondo (de los Doors del final, quizá). Esa mezcla épico crepuscular, esa panorámica, ese paisajismo saturado…

Me encantan The Doors. Es más, durante una época, mis colegas y yo mantuvimos una rivalidad tipo Betis-Sevilla a la hora de decidirnos entre Doors y Velvet. Una estupidez adolescente que en el fondo te ayuda a visualizar distintas posturas dentro de una misma sensibilidad. The Doors eran más expresivos y sexuales y la Velvet más intelectuales y freaks (a su manera). ¿Sonic Youth o Yo la Tengo? Hablo de eso. No tengo claro si te estás refiriendo con tu paralelismo a ‘Birmingham’ (que es realmente el último corte del disco) o a ‘The Bodies in The River Float Beneath The Sun’ (el penúltimo, mucho más crepuscular y de sonido más atávico). El primero es un homenaje a Black Sabbath. Al volver Javi de un viaje a la ciudad donde se fundó la leyenda de Ozzy, decidimos componer algo con guitarras más pesadas, herederas de aquel hard-rock místico y primigenio. En esta canción no veo rastro de Jim Morrison y compañía.

Si refieres a ‘The Bodies…’, indudablemente hay un punto de conexión con los Doors, aunque inicialmente buscábamos un cruce entre Crime & The City Solution y algunos momentos de Black Angels. Volvemos una vez más a la conexiones inevitables. Curiosamente, ese tema, que es el que peor funciona en directo, porque es muy de templanza (algo difícil de controlar cuando has pasado casi una hora desgañitándote frente a un puñado de gente). La canción se creció en el estudio cuando decidimos incluir una zanfoña que Javi compró por Internet a un lutier experto en fabricar instrumentos medievales. El sonido de ese instrumento tan ortopédico, tan de tierra, imprimió un tono muy heroinómano a la canción, en la onda la Velvet de John Cale. Aunque el cambio que hay en la mitad fue una sugerencia que hice pensando en algunas inflexiones que hacía Captain Beefheart en sus discos menos experimentales. Pero al final el resultado quedó más ‘L.A. Woman’ de lo que imaginamos.

-Con un disco cohesionado, compacto pese a los miles de influencias, un disco brillante y personal… ¿Cuáles son las expectativas? ¿Alguna vez has pensado que estabas en el país equivocado?

-He vivido prácticamente toda mi vida en Sevilla, una ciudad ombliguista que te invita continuamente a sumergirte en su folclore a golpe de palmas, cañas y taconeo. Aquí saltas sin darte cuenta del señorito cortijero al choni de extrarradio. Un lugar donde se impone la cultura del mangazo y el pelotazo, de la gratuidad por cojones, de ese “vámonos que nos vamos” que ha generado la imagen distorsionada de vagos pizpiretos y maleantes de poca monta que tanta gracia os provoca a los del norte. Durante mucho tiempo me he sentido fuera de esta idiosincrasia del sur, pero tampoco he tenido el empuje como para salir de ella, por lo que he llegado a pensar que quizás me guste vivir aquí más de lo que creía y que soy más sevillano de lo que me gustaría reconocer. ¿A qué puedes aspirar musicalmente viviendo en un lugar donde nunca ha existido un tejido profesional que sostenga una mínima escena?

Es complicado, pero pese a eso, siguen apareciendo bandas interesantes y propuestas como el sello Knockturne. Son espasmos de vitalidad que probablemente no pasarán más allá de lo testimonial, pero que ayudan a mantener la llama viva. No sabría decirte qué sería de mí de haber nacido en otra ciudad, en otra provincia o en otro país. Probablemente me habría proyectado de otra forma. Aunque creo que los frenos y las catapultas se encuentran más íntimamente relacionados con tu esfera familiar que con el lugar donde has nacido, porque esto último puedes cambiarlo si te lo propones. No sabría decirte cuáles son mis expectativas con Miraflores, porque lo vivo al día, sin una clara proyección de futuro. De momento, editar el disco y tocar lo máximo posible sin que me nos resulte demasiado ruinosa la historia. Seguir componiendo y seguir grabando. El círculo vicioso de “lo alternativo” en este país.

-Algunas de vuestras canciones, como “Birmingham” tienen un cierto tremendismo frío, casi post punk. ¿Creéis que un tipo de discurso así puede calar en una parte del mundo como esa en la que vivís, un lugar donde la tradición interna es trágica pero caliente? ¿Hay puntos de conexión entre lo que hacéis y, por llamarlo así, “la esencia poética” del lugar dónde vivís?

-La única tragedia clara que existe aquí es la falta de iniciativa empresarial. Hay gente con muy buenas ideas en la provincia, emprendedores con gran potencial, pero el dinero lo tienen los mismos de siempre y suele estar vinculado a la tierra y a las propiedades de una manera que se antoja casi feudal. Hay que pelear mucho para poder pillar un bocado de ese pastel que siguen cocinando “los otros”, esos que exhiben apellidos compuestos a lo largo de múltiples generaciones y cargos políticos y empresariales adjudicados a dedo. En esta ciudad, estudiar en un determinado colegio privado, entrar en un círculo elitista como los Legionarios de Cristo o cursar un máster MBA te asegura que vas a pasar el resto de tu vida agarrando al toro por los huevos. De ahí que los atisbos de creatividad se sostengan sobre empresas gobernadas por auténticos ineptos.

Recuerdo una anécdota que me marcó bastante hace unos años, cuando me encargaba de programar un ciclo de pop-rock en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla. Por aquel entonces gozaba del crédito de un amigo, un técnico de cultura con bastantes ganas de hacer cosas distintas. Eso me ofreció bastante libertad a la hora de diseñar un programa de conciertos distinto dentro de un entorno tan reaccionario como el educativo. Contraté a un dúo de italianos afincados en Barcelona llamado Chupa Concha. Su propuesta era una suerte de jazz improvisado y experimental bastante intrépido. Mi sorpresa llegó cuando desde la universidad me pidieron que la banda se cambiara el nombre. Yo pensé que se debía a las connotaciones sexuales que tenía, porque concha en argentino significa coño. Pero no iban por ahí los tiros. El asunto era más hilarante: la directora de la entidad se llama Concha y podría sentirse aludida si en su centro actuase un grupo que increpara con su nombre a darle un lametazo a la mujer. Obviamente, me negué a ello, defendiendo la libertad de expresión y el absurdo que suponía obligar a dos artistas a renegar de su propia identidad. Pero la cosa se volvió todavía más descorazonadora cuando tras comentarle la anécdota a Giorgio y Giuliano, estos aceptaron a cambiarse el nombre sin reservas con tal de actuar y cobrar.

Esto es Sevilla, y aquí hay que mamar, o eso es lo que dicen. Por todo esto, no sabría encontrar una comunión entre lo que hacemos y la identidad cultural del lugar al que pertenecemos. Quizás bandas como Pony Bravo sí que han conseguido congeniar aspectos contrapuestos de nuestra cultura autóctona con otras alternativas menos folclóricas y eso les ha ayudado a venderse fuera de nuestras fronteras como una fresca reinvención de formas. Pero a nosotros, excepto la imaginería pagana de la Semana Santa, poco ha podido influirnos esta ciudad. Es más, cuando me hablas de esa frialdad post punk, para nada encaja con la caliente idiosincrasia Sevillana. No pienso que lo tengamos fácil por aquí, aunque la respuesta haya resultado hasta ahora de lo más positiva. Probablemente hemos tenido la suerte de hacer un tipo de música difícil de encontrar en esta zona y eso ha llegado a la cantidad de público necesaria como para que se genere un cierto eco. Encajamos con las expectativas de un pequeño sector andaluz, ese que suele ir a los conciertos. Pero el indie, como la izquierda política, suele ser infiel por naturaleza. Igual hoy tenemos un pequeño número de seguidores que posiblemente mañana no se mantengan a nuestro lado. Aunque tampoco me preocupan esas cosas. Miraflores tendrá la vida que le corresponda dentro del entorno en el que se mueve. Hay una inevitable selección natural.

Lo interesante y divertido es cuando encuentras un feedback desde otras partes del país. Bandas que contactan contigo por redes sociales ofreciéndote una alianza basada en la empatía. Así hemos trazado cierta sintonía con gente como Tupelo Bound (Málaga), Los Nitxos (Gasteiz), Guadalupe Plata (Úbeda), Thee Boas (Santiago), Caustic Roll Dave (Barcelona), Schwarz (Murcia), Za! (Barcelona) o Santa Rita (Barcelona). No sé si será Dios quien nos crea, pero al final son nuestras fijaciones las que acaban juntándonos.

-¿Alguna banda nueva que creas que debemos escuchar?

Si te soy sincero, llevo muchos años sin tener bandas de cabecera que me empujen a rastrear las tiendas de discos en busca de nuevo material. 16 Horsepower, Deadly Snakes, Reigning Sound, The Drones y Viva L’merican Death Ray Music han sido las únicas sorpresas de las que he estado nutriéndome verdaderamente durante los últimos 15 años.

Eso no significa que no me encuentre continuamente con artistas que me emocionen, pero pocos pasan de tenerme embaucado un par de meses a lo sumo. Tanto Javi como yo hemos pasado una buena época enganchados a esta nueva psicodelia que predican grupos como Black Angels, Dead Skeletons, Night Beats, Psychic Ills, Royal Baths (muy buenos estos tíos), Singapore Sling, The Heads, Moon Duo, The Transpersonals, The Lost Rivers (esto quizás más noise), Black Mountain o White Hills. Nos gusta bastante esta nueva escuela.

A Selu le ha flipado lo nuevo de Beck, que reconozco que tiene miga aunque ya no aporte nada sorpresivo. Hablar de Oneida o Comets on Fire es tirar un poco del pasado más reciente, pero son dos grupos que me interesan mucho. También me encanta el calambrazo post punk de Pop 1280 y de los Slug Guts.

El sello Sacred Bones está editando cosas muy interesantes, no solo de sensibilidad asfixiante como la de estas dos bandas que te comento, porque Cult of Youth son menos cáusticos y bastante buenos; me traen recuerdos del mejor Julian Cope.

 Últimamente he descubierto dos bandas que me han gustado bastante: una es Fat White Family, una comunidad de colgados británicos que parece un cruce entre Beat Happening, The The y King Missile. Su propuesta es muy guarra y lo-fi. Graban vídeos de lo más incorrectos cargados de contenido explícito, rollo callejero con travestis y tíos patinando en pelotas. Curiosamente están convirtiéndose en un fenómeno en UK por obra y gracia de NME. Los otros son The Amazing Snakeheads, un trío de Glasgow que suena como los Gallon Drunk de ‘You, The Night… and the Music’ pero de una forma mucho más psycho y macarra. Acaban de editar ‘Amphetamine Ballads’, su primer álbum con Domino Records. Me encantan sus pintas de niñatos-skin-rockabilly-busca-broncas. Parecen salidos de una película de Guy Ritchie.

 Lo nuevo de The Men, ‘Tomorrow’s Hits’, me ha sorprendido mucho. Han sido capaces de girar hacia un sonido clásico en la onda Big Star, The Saints o incluso Crazy Horses, todo con una maestría y brillantez que huele a clásico. Ya no apestan a hype de la temporada. Otro grupo que ya tiene un nutrido background a sus espaldas pero que parece que está despuntando últimamente es Slim Cessna’s Auto Club. Me embauca su rollo de predicadores goth-country. Y en directo son demoledores. Los escucho bastante, como a Wovenhand, que se estrenan con un nuevo disco bastante metalero que ha facturado en un tándem sorprendente la gente de Glitterhouse Records y Deathwish, el sello Jacob Bannon (Converge).

También he pasado un tiempo enganchado a Dirty Beaches y Purling Hiss, proyecciones contemporáneas de los espíritus de Suicide y Stooges respectivamente. Sus discos suenan fatal, pero tienen mucha enjundia. La parquedad de Sleaford Mods me ha resultado interesante. Estos son de Nottingham y facturan punk de guerrilla con querencia por el hip-hop y la electrónica de cajón de saldo. Suenan a Fugazi proclamando ser Big Black.

Lo nuevo de Liars me ha decepcionado bastante, y no es porque abomine de este nuevo giro hacia la electrónica, pero esperaba algo más personal y arriesgado. Sin embrago, me ha pasado lo contrario con ‘Field of Reeds’ de These New Puritans, una agradable sorpresa con un regustillo a John Cale en plan “contemporánea”.

Hay un trío de chicas de Atlanta que también me ha sorprendido. Se llaman The Coathangers y hacen un heavy-punk bastante arisco, aunque vocalmente recuerdan a Nina Hagen. Lo nuevo de Death Grips no está mal, muy nigger y loco. Y el ‘Somewhere Else’ de Lydia Loveless es un agradable bocado folkie al que recurro de cuando en cuando para desintoxicarme.

-¿Por qué los rock-critics de este país suelen ser en persona, tan poco ‘rock&roll’ y en escrito tan poco ‘critics’? En un ochenta por ciento parecen señores coleccionistas incapaces de bajarse del panegírico… ¿Para qué hacer crítica musical en un país donde no se compran discos?

-La crítica es un filtro, más o menos autorizado. Aunque el papel que desempeña el profesional está muy devaluado. Recuerdo un follón 2.0 que se montó una vez, cuando diversos plumillas se encargaron de catalogar a la crítica dependiendo de la labor social que desempeña la persona que se encarga de emitir una opinión sobre un disco. Hablaban con términos como “tribunos”, algo demasiado arrogante tratándose de un sector cultural que tan poco crédito arroja en España. La música no es tan importante. La redacción de una revista (si es que actualmente existe alguna más o menos sólida) no es una unidad de urgencias de un hospital, dejemos de actuar como abanderados de la verdad absoluta y la salvación de los ideales.

Actualmente todo es bastante abstracto, porque a veces cuenta más tener un twitter con muchos seguidores que generar una reflexión que empuje a comprar o no un disco. Hay más prescriptores que críticos y una saturación de información que impide centrarse en algo concreto con una cierta perspectiva histórica. No creo que falte gente capaz de argumentar su postura a la hora de valorar una determinada obra musical o un concierto. Hay periodistas que no se casan con nadie, aunque es cierto que lo que abunda es la opinión volátil y conservadora. La que se deja arrastrar por la marea.

Volviendo a lo que te he comentado al principio, poco peso tiene la crítica cuando el entorno en el que te mueves no puede monetizarse. La crítica en el arte contemporáneo, el cine, el fútbol o incluso los toros, tienen su razón de ser, porque afecta a negocios que mueven una economía. De algún modo, el crítico musical debería posicionar una realidad tratando de superar unos determinados intereses imperantes buscando la verdadera naturaleza de esta disciplina. Es como una jurisprudencia sonora, una opinión capaz de remover conciencias separando el grano de la paja y marcando la dirección en la que debería moverse una determinada creatividad atendiendo a criterios de calidad y autenticidad, sin obviar el espíritu de los tiempos.

Pero actualmente hay tal cantidad de paja que resulta complicado hacer la siega, menos todavía cuando los campos en los que nos movemos están cultivados por medios de comunicación que no te valoran (y por lo tanto no retribuyen) el papel del experto en un determinado área. Y hablo de experto en términos cuantitativos y cualitativos: no se trata solo de tener unas determinadas aptitudes y actitudes hacia una realidad, también me refiero al hecho de invertir tiempo y experiencias a lo largo de tu vida. Todo esto genera un gasto personal que debería revertir en un crecimiento económico general. Haces usos de unos recursos y te especializas para luego contribuir con un feedback (tu aportación) que ayude a que la maquinaria siga funcionando en un sentido u otro. Es un circuito cerrado.

La crítica cultural en general y la musical en particular no está bien pagada. Es más, ni se tiene en cuenta dentro de los presupuestos de cualquier cabecera más o menos acreditada. En la redacción de Rolling Stone España apenas hay dos redactores y algún colaborador puntual. El resto de la revista es material cedido por otras ediciones internacionales o colaboraciones gratuitas de gente que con tal de que aparezca su firma es capaz de contribuir con su trabajo de forma desinteresada. Y lo principal para que se genere una responsabilidad por lo que uno hace es la retribución por el trabajo realizado. Puede que suene materialista, pero las cosas funcionan así en este mundo que hemos inventado. En el mundo de los orangutanes no existe nada de esto, es todo más sencillo, menos egoico. ¿Cómo vamos a pedir respeto como ciudadanos si no entramos en un engranaje social en el que pagas tus impuestos, tienes un trabajo y cobras por tu esfuerzo en mantener la economía de un país? Remar en el desierto supone un gasto de sudor innecesario.

Ese rol de paria social que impera en esta España en crisis en la que nos encontramos podría extrapolarse a la figura del crítico musical dentro de la industria cultural. ¿Qué importancia tiene que un determinado periodista exponga su opinión sobre una banda si esa apreciación no está valorada económicamente? ¿Influye su opinión en algo si al final todo está mediatizado por unos intereses generalistas donde los niveles de excelencia la dictan unos pocos? Podríamos decir que para eso está la crítica, para no atarse a nada y evitar el poder del dinero. Pero sería mentira. Son tantos los artistas que han muerto pobres antes de comprobar cómo su arte es reconocido hasta el punto de generar ingresos, que no me trago el papel del outsider que se mueve por encima del bien y del mal. Porque al final todos tenemos las mismas necesidades materiales y de reconocimiento, por muy imparcial que te mantengas.

La gratuidad del 2.0, los blogs y las revistas digitales ha acabado dinamitando el papel del crítico. Pero tenemos lo que nos merecemos. La urgencia y la inmediatez han terminado devorando cualquier atisbo de opinión libre. Nos venden la manera en la que la tecnología nos ha liberado, porque ya no cuesta tanto hacerse oír usando canales con tanta proyección mundial. Pero al final estamos usando vías de expresión que siguen cotizando en bolsa. Vale, es cierto que estoy mirando un nuevo fenómeno desde un prisma caduco que lucha por seguir manteniendo su status quo. Igual esta marea lenta y constante acabará derrocando el sistema tal y como lo tenemos montado. Está claro que hay demasiada gente en el mundo para tan pocos puestos de trabajo, demasiadas bocas que alimentar para tan pocos recursos.

Igual existe demasiada música y el papel del crítico no tiene ya razón de ser, porque no interesa hacer una criba de qué es lo que debería seguir funcionando, ya que han cambiado los modos de consumo. Fenómenos como el crowdfunding me generan muchas suspicacias, por ejemplo. Que una banda pida una aportación a sus fans para poder grabar un álbum me parece una aberración similar al fenómeno del pay after show. Me consta que tú mismo estás recurriendo a esta fórmula para poder grabar el nuevo álbum de tu banda, Gog y las hienas telepáticas. Es un sistema que tira de la solidaridad para aplicar una fórmula capitalista: te ofrezco según lo que nos aportes, y cuanto más nos des, más te damos. Lo veo como una salida que nace de la desesperación y que conduce a una relación en la que pagamos las cosas que hacen nuestros colegas o la gente afín, pero sin generar una verdadera riqueza que se sostenga sobre un tejido sólido donde trabajar. No es nada punk, es más bien angustia capitalista maquillada con los colores de la fraternidad. Si no tienes pasta para grabar un disco, vende tu culo e invierte ese esfuerzo para intentar romper la barrera de tu red de influencias. Si no, acabaremos moviéndonos en círculos concéntricos sin que nada logre ir más allá de la precariedad del underground.

La figura del mecenas no es lo que parece cuando pasamos de lo macro a lo micro. Demasiadas decepciones se han dado ya como para hablar del crowdfunding como de una salida interesante para que el barco de la música pueda navegar con viento favorable. Einstürzende Neubauten recurrieron al micomecenazgo para grabar uno de sus álbumes, pero ofrecieron a la gente la posibilidad de seguir todo el proceso creativo incluso incidiendo con sus sugerencias e indicaciones. Así sí podemos hablar de colaboración en términos absolutos, porque el resultado final es el fruto de una labor conjunta. Pero el hecho de pedir dinero por anticipado para ofrecer simplemente lo mismo que habrías llevado a cabo por ti mismo de haber tenido recursos propios me parece bastante oportunista, porque al final estás llevando a cabo tu proyecto imponiendo tu criterio a gente que a priori ha confiado en ti financiando tu idea. Si una banda que me gusta edita un disco nada interesante, bastaría con no comprármelo. Pero si una banda que me gusta me pide financiación solidaria y me acaba ofreciendo algo que no me convence, ¿cómo le reclamaría esa frustración por no haber cubierto mis expectativas si ya he pagado por anticipado?

Ha habido muchos experimentos en este sentido, como cuando Radiohead ofreció a sus fans que pagaran el disco poniendo el precio que ellos consideraran, aunque al final decidieran no aportar nada. Según anunciaron, fue el disco que más dinero generó a la banda hasta el momento. Pero la duda salta cuando el grupo ha seguido editando nuevo material siguiendo el cauce comercial habitual.

-¿Qué hay después de la muerte?

No te puedo responder a eso, tengo demasiados débitos con la vida como para perderle el respeto (o el miedo) teorizando con el más allá. Pensar en la muerte me acojona, no soy capaz de trascender por encima de ese sentimiento asfixiante. Morir es perder la identidad, la conciencia de uno mismo, y no hay nada que me aterre más que eso. Soy un esclavo de mis dudas, probablemente porque todavía no he conseguido un nivel de satisfacción personal como para que no me importe dejar este mundo con los pies por delante.



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