miércoles, agosto 29, 2012

THE JEW AND ME (a love story)


Una de las razones por las que seguí escribiendo fue Bob Dylan, así que echadle la culpa a él. Podía haberme quedado en mis poemas infantiles y mis inicios de novelas del oeste inspirados por J Mallorquí, pero me tocó en el hombro un día y cuando me volví me dijo: ¿Tienes un cigarro? Era en su época de blanco y negro con mucho grano, cuando era puro hueso de neón y gafas de sol, como en aquel sobado libro de letras que encontré en una estantería. Y como en la capital “Don’t Look Back”, que grabé de la tele en un video veta y erosioné en eternas tardes solitarias. Fue para mí antes que los beat –a los que sólo tardíamente (y parcialmente) he vuelto a valorar- y antes que el Rock&Roll propiamente dicho, probablemente mezclado con lecturas adolescentes de Huxley, Hesse (que de hecho sólo se puede leer de adolescente), Miller, Sábato, Emily Dickinson y otras hierbas malsanas que escogía con criterio puramente instintivo de la biblioteca paterna. Poco hizo en inicio, el ahora ubicuo Mr. Frost, aparte de malograrme la sencillez con una serie de imágenes intoxicantes y que difícilmente podía yo comprender en aquel tiempo, y para comprobarlo bastaría con leer los primeros intentos de canción que puse en papel, vergonzantes apaños oníricos en los que masacraba también Cohen y al pesado de Clapton, al que entonces no le había dado aún por los trajes de Armani, las bermudas de colores ni el blues higienizado para ascensor.

Sin embargo, una vez roto el hechizo opiáceo, Dylan ha sido en mi vida un ejemplo capital, y -lo que es más raro y más valorable-  lo ha seguido siendo hasta el día de hoy. Cada individuo independiente es un ejemplo en la construcción de un individuo independiente, y no se me ocurre otra cosa mejor que hacer que tratar de ser precisamente eso, ya que los niños no me interesan, los animales cada vez menos, estoy genéticamente amputado para la avaricia y tengo una fijación malsana con el arte: es decir, soy lo que la gente llama –dependiendo- un tarado o un alma libre. Ahora han pasado mis años de fan enfermizo y, pasado ya el medio del camino con mucha probabilidad (y sin ninguna gloria), cuando uno ha gastado la mitad acaso de sus años lúcidos, lo siento, a Dylan, como un viejo amiguete de tascas más que como un ídolo. Está dentro, convertidas sus canciones en un serpenteante río secreto de claves, consejos y momentos de iluminación, y su vida en una especie de paralelo y opaco espejo en el que mirarse no es doloroso.

Dicen por ahí que saca nuevo disco. Me lo agenciaré, claro, aunque discrepo con muchos dylanitas de la glorificación sistemática de sus últimos trabajos igual que discrepo del olvido en el que están sumidas algunas de sus piezas claves (“Good As I Been To You”, sin ir más lejos, por mucho que sea un álbum de versiones). A mí “Modern Times” me pareció digno y elegante, pero carente de canciones de fuste,  a excepción de “Working Man’s Blues”, por la que, esa sí, Springsteen –el artista real más sobrevalorado de los últimos 30 años- hubiera dado un brazo o dos. “Together Trough Life”, por su parte, me resulta una rareza hecha con el piloto automático, que es quizá la peor forma de dar a luz a una rareza. Para mí su último gran disco es el reseco, altivo y quemagranjas “Love & Theft”, que, curiosamente, la gente pasa un poco por alto. Claro que, por otro lado, estoy aquejado de un mal endémico entre los que hemos convivido con un artista tanto tiempo que al final la vida (nuestra) y la obra (suya) se entrelazan hasta conseguir un denso potingue de peculiares guiños y visiones: “trabajo” mucho más sus discos menores que sus grandes obras. Así que no sería raro que en diez o quince años esté defendiendo esos dos discos que ahora critico.

Cuando empecé, un poco por inercia, otro poco por casualidad, a escribir sobre música, una de las cosas que tenía en mente era hacer algún buen artículo sobre Zimmy. Uno bueno de verdad. Nunca llegó la ocasión y al final entendí que ya se había dicho demasiado sobre el sujeto (y parte de lo mejor lo ha dicho él en el excelente “Crónicas”), que había mucha gente desconocida sobre la que hablar y que abarcar sus épocas era demasiado trabajoso cuando uno tenía que seguir también su propia labor creativa. Me conformé pues, con la mejor parte: seguir empapándome de lo suyo, volver a él repetidamente –aunque espaciadamente- en los momentos más extraños de la vida (¿hay alguno no extraño, pasados los 30?), vivirlo con el mismo infantil placer liberador que tengo cuando me como un helado bajando por una calle vacía.

Esto es pues una abdicación. Seguiré comentando aquí y allá detalles, anécdotas e impresiones, pero será más mi vida que la suya. Refractario como soy a los Gurús, a los profesores y a los métodos, se que he aprendido, sin embargo, bastante más de él que de lo que podría consignar en unas líneas. Y  mi única recomendación al respecto será la más sencilla: Escuchadlo. Hacedlo sin prejuicios, si eso es posible a estas alturas de la disección. Buceadlo como se hace con los grandes, esos que acaban siendo parte del propio sistema sanguíneo y que no piden royalties a cambio.

Es pura vida, y lo demás no está. //LUIS BOULLOSA
 

A continuación, una lista de favoritos dylanescos que iré comentando en los próximos días si me da la gana.

MIS CINCO TEMAS FAVORITOS DE LOS ÚLTMOS QUINCE AÑOS (HOY)




Highlands

 
MIS CINCO TEMAS MENORES FAVORITOS (HOY)
 

SimpleTwist of Fate (Cover de Jeff Tweedy... FUCK WILCO, anyway)



Everythingis Broken (este enlace no va a la original, pero ESTE tampoco)

2 comentarios:

Pablo dijo...

Estaba a punto de pasar al modo random, así que supongo que tengo que agradecer esta entrada.

Pablo dijo...

The jew is back!
http://www.youtube.com/watch?v=mns9VeRguys