viernes, diciembre 16, 2011

Un león (siempre es invierno)

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(Escrito a las dos de la tarde en mi casa de Madrid y apenas editado. Me perdonarán ustedes los errores, repeticiones y trabalenguas; al cabo, hablamos de The Fall, que es en parte errores, repeticiones y trabalenguas. Me he quedado con cosas en el tintero, así que prometo segunda parte.//LUIS BOULLOSA)

La figura de Mark E. Smith ha sido glosada ampliamente por la prensa más y menos underground, siempre con un cierto gusto por retratar los fracturados ángulos de una personalidad aparentemente enfermiza, violenta, cambiante y, en definitiva, insoportable para casi todos los que le han acompañado a lo largo de los años en su banda, los inefables THE FALL. Cierto es que, después de relamerse un rato con los restos del hombre, con la penuria física a la que él mismo se ha reducido en apenas dos décadas, los exabruptos, las broncas y el desastre, no les quedaba otra que soltar alguna que otra alabanza al hecho, incontrovertible, de que su banda –es decir SU talento, aunque sea unido al de otros- es uno de los escasísimos casos de grupo de Rock que ha logrado mantenerse más de treinta años en carretera sin bajar la guardia, sosteniendo una sobrehumana tensión creativa y llegando al hoy, que siempre es medio ayer, haciendo las cosas con insobornable maestría. The Fall siguen facturando discos como rosquillas con el añadido de que sus últimos trabajos son, sencillamente, mejores que nunca. Nada hay que tenga que envidiar, por ejemplo, “Reformation Post TLC” (2007) a, sigamos “This Nation’s Saving Grace” (1985), uno de sus supuestas piedras angulares (y van...), o a uno de mis favoritos personales, el huesudo y opaco "Bend sinister" (1986). Más resabiados, más chungos y más belicosos, Mark y quien toque (los miembros de la banda van y vienen a un ritmo ya legendario) son el perro viejo que no ha perdido reflejos pese al pelaje tiñoso y el mal aliento y cuya mordedura se va a infectar, sí o sí.

La figura de Brix, su ex mujer (en la foto ambos a mediados de los ochenta) permanece sin embargo en la sombra. Leo una entrevista larga con Smith en la que viene a concluir que no desea hablar de ella porque lo que tendría que decir es, en definitiva, terrible. Y sobre sus palabras sobrevuela el fantasma de otra idea: la de que hablar de ello sería, además, enormemente doloroso. Y ya sabemos todos como es: Sólo duele así hablar de alguien a quien odias porque, además, lo quieres. Las imágenes son a veces reveladoras, por impostadas, posadas y preparadas que sean. En la que encabeza este breve desvarío aparecen los dos en su apogeo. Ella, bellísima, él, que guapo nunca fue, dotado sin embargo con esa pétrea jeta de desafío juvenil, turbia, equívoca, sardónica, infantil, que por momentos se puede confundir también con algún tipo de belleza. Con la jeta de ardilla sartriana mirando de cara al peligro. Eran la encarnación –una de las mejores que conozco- de un tópico más de la cultura, el de la bella y la bestia. El soberbio e invencible creador de ruido existencialista y... Ahí está el problema, ¿Y quién? El papel de Brix en The Fall jamás quedará, probablemente del todo claro. Musa sin duda, pero ¿cuál fue su peso en el proceso creativo y el desarrollo de la banda?

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Me recriminaba amablemente una amiga hace poco, un comentario que hice sobre las “niñas monas” en una crónica de un concierto de Lüger en este mismo blog. Decía así: “El público, por lo demás (es importante saber como es el público de uno para poder conocer las razones por las que lo abandonarán a uno y reírse de ellas sin rencores), fue el de Lüger HOY, es decir, una mezcla sutilmente variopinta: Mucho melómano puro -es decir, tipos normales o no normales que aman la música, que pueden entender por igual a los Ramones que a los Hawkwind y que permanecerán-, mucho enteradillo metido a "coolhunter" de sí mismo demasiado tarde –esos no permanecerán- y mucha niña mona que se repartirá, supongo entre las dos categorías anteriores con desgraciada preferencia por la segunda –mi sensibilidad estética, también conocida como instinto de apareamiento me impide distinguirlas del todo bien, como es lo digo-“. No me arrepiento de haberlo escrito porque creo que define una situación real y porque lo que uno piensa no es materia de arrepentimientos, sino de análisis, pero, al mismo tiempo, le concedo a mi amiga la razón. En efecto, las mujeres son a menudo tomadas en el mundo de la música (también en el mundo de la música, deberíamos decir) con poca seriedad y juzgadas con un prejuicio sexual/objetual que no se aplica a los hombres y que, curiosamente, proviene probablemente de una carencia y una inseguridad de estos. Pero que existe y jode. Y lo cierto es que convierte el camino de aquellas mujeres cuyas intenciones son serias, reales, apasionadas, puras, en definitiva, en un recorrido comparativamente más difícil que el de sus equivalentes masculinos. “Parece que siempre tenemos que estar demostrando algo”. Y en efecto, así es. Siempre tienen que estar demostrando que no son el factor desestabilizador de una economía masculina de la amistad que antes de su llegada se supone perfecta (nunca lo es). Siempre tienen que estar demostrando que por guapas que sean no están allí por guapas, ni por chupapollas, ni de atrezzo. Siempre tienen que estar demostrando que no son las mujeres del jefe, colocadas a dedo en un puesto administrativo pero vistoso. Siempre tienen que estar demostrando que piensan, sienten, crean, canalizan, son, en definitiva, una fuerza válida en sí mismas, independientemente de su sexo (aunque, coyunturalmente, distintas en determinadas sensibilidades por su causa). No es que los demás no tengamos que demostrar cosas, pero ciertamente la carga es tan lógica como absurda. Absurda por lo aberrante. Lógica, por que en el reino de tu opuesto -y el rock sigue siendo un mundo de hombres, cenutriamente “macho” a menudo- la excepción ocasional se convierte rápidamente en norma bajo el dictado de un permanente estado de sospecha. Esa es la realidad. Una trepa maligna (haylas) basta -una sóla- para levantar un estereotipo en el que el hombre ESTÁ DESEANDO CAER (a la inversa pasa también, en otros mundos). La pregunta es ¿Por qué estamos deseando caer en ese estereotipo? No tengo una respuesta clara, quizá porque la vida cara a cara, a la misma altura, se nos antoja más difícil, en lo que tiene de reconocimiento de emociones y realidades que han sido históricamente inhibidas por nuestra casta. Porque nos es más sencilla la desigualdad: Dominio o adoración (y un patético intento de combinarlos). Por miedo e incapacidad estructural y heredada para pasar, aunque sea en los momentos necesarios para la creación, por encima de esas normas marcadas a fuego que nos dividen a hombres y mujeres en predadores y presas de una manera peculiar: ambos somos ambas cosas, aunque ninguno de los dos articula ninguna de ellas de la misma manera.

Para empezar mi contra-adiestramiento, mi desprogramación, trato de mirar a esa foto de una manera nueva, o más limpia, o más real, no sé. primero veo, sin duda, lo que todos verían según LA VIEJA Y OBSOLETA LEY: una mujer guapa, casi demasiado guapa, con un hombre normal que, dicen, tiene talento (“¿Por qué?” Oigo preguntarse a muchos idiotas “¿Pues por el talento”, oigo responder a otros tantos, todos, en definitiva convencidos de que la belleza no sólo es sino que DEBE SER un elemento de venta y negociación). Veo, después, una época, ese look ochentero entre lo chic y lo improvisado que dice también cosas de ambos. Veo, después, ese fondo de invierno, que –por ser vos quien sois, Mark E. Smith- parece casi una referencia irónica a las borrascosas cumbres de la vida, su vida, nuestra vida. Veo... Veo dos personas que conviven, en esa difícil cuerda que algunos nos empeñamos en hacer más difícil aún, estirándola a capricho propio. Veo el amor (en la segunda foto el amigo Smith, el azote de los filisteos, la bestia del páramo, tiene hasta cierta cara de tonto enamorado que le está borrando la ironía). Está bien el amor, pienso. Pena que tenga esa molesta inclinación a terminarse con o sin previo aviso y a dejarte a sus primos en casa. Porque veo el amor, sí, con su amigo el odio afilando el grano de la foto. El amor, riéndose en la cara de la muerte como un chaval despreocupado, encantado de su propia belleza y poseedor de su particular erial trasero de cosas por concluir; confiado en la invencibilidad de sus criaturas.

Y me dan pena. –tratándoles ya como si fueran personajes, porque nada, al cabo, sabe nadie de nadie-. Me da pena Mark E., al que aún le duele hasta hablar de Brix. Y me da pena Brix, que con sus modas y sus trapos, a los que ahora se dedica, difícilmente podrá cubrir, en la oscuridad de los días solitarios, el aura de esa época. Es decir, me doy pena yo mismo, aunque no mucha. Me recuerdan a aquella película, “El León en invierno” en la que Catherine Hepburn y Peter O'Toole encarnan con descarnada perfección esa dualidad terrible por la cual, en algunos momentos de la vida, lo que más desearías es poder establecer algun puente, algún debil entramado de cañas y palabras, que permitiese que lo que te alimenta y te destruye pudiese estar, sin daño, por un momento, de nuevo aquí.

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2 comentarios:

nosotras parimos nosotras decidimos dijo...

Why are women... so much more interesting to men than men are to women?

Virginia W.

(Who would be, I´m sure, delighted with your thoughts. Though Mylord, I´m sure she would appreciate more... How shall I put it? Oh yes. More women in your posts. Not girlfriends of your fav bands stuff thing. I mean would you please, as a huge fan an addicted to your writings, post for Christmas female fav bands and singers or sth like that. Open your target, old man. Thanks. Love your blog

Cowboy Iscariot dijo...

Mi target is already open, as I aint got one. I just go gently down the stream...

And, answering the first question... well, we admit our own fascinations & contradictions, thats all.