viernes, junio 17, 2011

THE NEW CHRISTS (Sala El Sol, Madrid)

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(Reseña escrita tras el bolo, a las tres de la madrugada, el día de mi 36 cumpleaños)

Los nuevos Cristos. No tan nuevos, claro. Una leyenda. Pero es que las leyendas han empezado a importarme un carajo. Vale lo que hay. Si tu mujer ha envejecido contigo y ahora es un montón de colgajos y parches, será que mejor que hayas elegido una que tuviera algo dentro. Los Christs lo tienen, aunque a veces, como en su anterior visita al gruta 77, haya que buscarlo con voluntad y quirúrgico cuidado. Ayer fue más fácil, porque El Sol sonó nítido y potente, porque la condición de la garganta de Rob Younger (nunca tuvo chorro, sí gusto) era mucho mejor que entonces y porque los tipos, con viento a favor aunque la sala sólo estaba mediada, demostraron que pueden defender un bolo sin necesidad de apoyarlo en exceso sobre su obra magna, el legendario Distemper. Por supuesto cayeron temas sacados de ese disco que a algunos nos cambió la visión de las cosas para un rato largo (Faltó “Circus of Sour” o mi menor y querida “Love is Underground”, pero estuvieron “I swear”, “Coming Apart” o “No way on Earth”), pero el peso del discurso lo levantaron temas de otros discos (y una aceptable versión de “Shot By Both Sides” de Magazine), disparos cuya formulación era Rock&Roll, pero en los que la diferencia la marcaba un no disimulado sesgo pop que otras veces había sido imposible distinguir.

Lo cierto es que hay días en los que ya no estoy para el Rock, y ayer era uno de ellos. Días –les pasa a los mejores, supongo, excepto a Lemmy- en los que estoy más para cualquier otra cosa, el alcohol, las drogas, las pajas o Celine, pero así y todo, acabé moviendo las piernas y el cuello (lo más cercano a un baile que me verás, amigo); así y todo, la fórmula me arrancó una chispa, hubo un momento de espíritu real planeando sobre mi cabeza. Gasté un rato, claro, mientras decidía si quedarme o irme a beber, observando a la banda. Su aspecto, simplemente. Rob Younger se parece cada vez más al científico loco de Regreso al futuro (y debe tener aproximadamente la misma edad), Dave Kettley (guitarra) es como el hermano mayor de Benzemá (una familia de pasmados, definitivamente), Brent Williams (guitarra, teclados) recuerda a un Greystoke envejecido y huraño o a un Heatcliff decrépito y ladino, Jim Dickson (brutal y expeditivo manteniendo el esqueleto rítmico con su bajo mugriento) podría ser cualquier asesino en serie del noroeste americano de los que conservan los cuerpos en salazón en el granero. Muchos años y mucha tralla encima a poco que se mire de cerca, pero, por suerte, un saber hacer que venció y convenció con claridad a todos los que deseaban ser vencidos y convencidos. No fue nada histórico, no nos equivoquemos, pero sí fue potente, solvente y por momentos inspirado. Vale que los dos guitarristas juntos no valen por medio Charlie Owen, pero añorar el pasado es un coñazo, y más ahora que se ha convertido en el deporte nacional y la principal táctica de venta en el mundo libre. Y vale que los teclados podían haber estado algo más empastados. Y vale que hay un par de temas que se pueden aprovechar para echar un pitillo fuera, pero el resultado general rozó el notable.

Se que, una vez más, muchos amigos que estaban allí me llamarán amargado y quisquilloso, pero es que fingir el éxtasis no es lo mío y cuando me disfrazo de crítico me tomo el término al pie de la letra (ya se sabe, give a monkey a gun…). Quizá el problema es mío, esa dificultad cada vez mayor para encontrar el el resorte que conduce a la emoción, el momento de iluminación que antes abundaba, y de hecho no sólo me pasa con la música. O puede ser la edad que a algunos (pocos) nos vuelve más exigentes, con el riesgo de frustración que ello implica. O a lo mejor es que pensar demasiado sobre el rock contradice su misma esencia, esa que hace a Younger mover las caderas como si fuera un chapero en celo en su mejor noche de estupro aunque luego, en persona, sea más bien un tipo reflexivo y cáustico, demasiado resabiado para creerse la propia fantasía que trata de mantener en pie.

O quizá sea sólo el puto calor. Añoro los días de lluvia. Pero esa es una nostalgia aceptable, porque son los únicos que tienen la costumbre de volver.//LUIS BOULLOSA

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