jueves, junio 23, 2011

COMO SIEMPRE FUE

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(Ayer a las tantas, pensando idioteces. El del Fender soy yo hace un año en Barakaldo)

Primero deseamos las cosas. Después las conseguimos. Luego nos cansan y las abandonamos, creyendo quizá que no era aquello exactamente, lo que nos habíamos prometido. Por fin las echamos de menos. Ahora tengo mono de tocar. Ya está el chaval con sus cosas. Ahora tengo mono de estar ahí arriba, encima de los tablones, con cualquier sucia banda de Rock&Roll. Ya está el niño con sus caprichitos. Ahora hecho de menos las pocas cosas buenas que había, ocultas, en toda esa mecánica absurda, agotadora y miserable que es la vida de una banda cualquiera, una del montón, menor, olvidada, sin expectativas, pero TU BANDA, al fin y al cabo. No es necesario haber tenido una para hablar o escribir de Rock&Roll (quizá sí haberlo deseado secretamente o sentir no haberlo hecho), pero sí que es recomendable haber pasado por el trago para saber cuánto requiere de voluntad, de ego, de ceguera, de inocencia, en fin. Cuánto te da y cuánto te quita la más nimia de las bandas de bar.

Uno lo desea de nuevo, claro, porque la memoria, ese agente doble, ese refuerzo selectivo del optimismo, tiende a velar los desastres y a devolvernos una y otra vez lo hermoso. Fiarnos a pies juntillas de ella es suicida: terminaríamos por entrar en la jaula de la pantera albina convencidos de que una vez, de niños, nos sonrió. Negarla por completo, sin embargo, tampoco es buena idea. Lo cierto es que sí existió esa combustión espontánea que recordamos, aunque fuese en momentos contados, difíciles de cazar al vuelo en las salas llenas de humo. Sí existieron los pogos gloriosos, las modestas revelaciones, las punkis preciosas, las giras a deshoras por bares ocultos de la mano de técnicos de sonido psicópatas, los delirios, los chistes, las muchas risas, los exhaustos viajes a través de la España marginal, ese país de polvo, cañas, bocatas de panceta y locura. Sí existió la creación pura, aunque a veces, para llegar hasta ella, hubiese que apartar demsiadas cosas y demasiada gente. Y los momentos de gracia, contados.

Fue real.

En parte.

Ahora tengo mono de tocar, o a lo mejor de todas esas otras cosas que me hartaron. Tengo mono de ser el personaje secundario al que nadie recordará pasado mañana pero que hoy se baja chorreando sudor, después de un bolo bien dado, para beberse de un trago una birra fría que esta vez sí merece con creces. Así que quizá monte otra banda. Sería la séptima de mi escuálido currículum, si no contamos el power trío de descabaladas versiones con el que abrimos la boda de un colega el pasado septiembre (la cerramos bañándonos en el Sardinero a las cinco de la mañana). Sólo tengo que dejar que mi memoria siga así, ocultándome la parte que yo mismo no quiero ver. Sólo tengo que llamar a los amigos adecuados y tener algo de paciencia. Y entonces las canciones vendrán solas, a beber de mi mano. Como siempre fue.

Fdo: LUIS BOULLOSA

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