lunes, agosto 16, 2010

MOTÖRHEAD (Pabellón de As Travesas, Vigo)

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Hablando de Rock&Roll, quizá las tres bandas intergeneracionales por excelencia -en lo que a España respecta y con suficiente dignidad artística- hayan sido los Ramones, AC DC y Motörhead. Las tres lo bastante inmovilistas para que el vicio acabase por convertirse en virtud; la cabezonería en marca de actitud, estilo y planteamiento vital. Con ellos, el cincuentón que busca justicia nostálgica no suele salir decepcionado, la juventud obtiene su ración de leyenda en aceptable estado de momificación y los de la franja intermedia podemos seguir moviendo el cuello y fingir que todavía creemos en algo. Desaparecidos los de Queens, chiste del rock en ya menor (que diría Jorge Ilegales) los de Angus Young, nos queda la leyenda de Mr. Kilminster. Y el viejo lobo da lo que se le pide, aunque, según se mire, no se le pide demasiado. Estéticamente, esa actitud de viejo padrazo embutido en cuero, con el gesto torcido y el corazón de vodka y anfetaminas. Hecho. Musicalmente, energía, volumen atronador, piñón fijo, orgullosa reiteración de los viejos tics y de los dos o tres temazos que ha compuesto bajo decenas de nombres distintos. En Vigo, el sonido fue por momentos indescifrable y no faltó alguna gamba, como la entrada trastabillada en el “Ace of Spades” que abrió los bises. ¿Importó? No demasiado. La gente venía a lo que venía y se empleó (nos empleamos) en devolver la energía entregada con la misma ciega convicción que la banda, quizá algo más. Nos aferramos a la implacable brutalidad de clásicos como “Stay Clean” o “Killed By Death“, a ramalazos de boggie achicharrado marca de la casa que por momentos hicieron saltar chispas; a lo que queda, en fin, del mito, hoy por hoy. Padres y abuelos espirituales de muchos de los que estábamos, Motörhead -un estilo en sí mismos, cierto- lo demostraron todo hace siglos. Para el presente quedan así, como una tarde de energético desfogue, como un grito colectivo que oponer a la realidad. Pena que la realidad, como bien sabemos, no haga mucho caso de estas cosas y siga intacta ahí fuera, al día siguiente. Y que artísticamente la repetición nunca tuviera demasiado sentido, en realidad. //Kaprikorn

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