miércoles, octubre 07, 2009

ORTHODOX – “Sentencia” (Alone Records)

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De cuando en cuando surgen bandas de esas que lo enganchan a uno por el cuello pese a lo difícil de su propuesta. Te encuentras un día cualquiera, perdido en el transcurso de la vida que te arrastra, y la pregunta viene a tí, out of the blue... ¿Y cuando coño saldrá el próximo disco de estos cabrones? Orthodox son una de ellas, jóvenes pero veteranos, con una carrera impecable que va del brutal “Gran Poder”, pasa por el inmenso “Amanecer en Puerta Oscura” y desemboca en este “Sentencia” que irritará o fascinará, pero de ninguna manera deja indiferente. Un seguro, en todo caso, de que lo que venga será un manjar para los oidos, para la mente y para el alma, pero un seguro también de que uno tendrá que hacer un esfuerzo intenso para digerirlo. No son comida rápida. No son una banda complaciente. Tras escucharlos se termina saturado de sensaciones y solo después, cuando se drena todo, cuando la psique ha hecho su pesada digestión, se comprende en su totalidad el hecho: que no sólo sus discos son enormes, sino que uno es mejor (no más bueno, mejor) después de ellos. Triple ejercicio, auditivo, mental y emocional, como cualquier disco debería aspirar a ser, y si se quiere también visual, como se puede comprobar en el excelente libreto de su último trabajo.

Es el suyo un extraño viaje a alguna parte aún desconocida que partió del metal pesado de raigambre oscurantista (Venom, Black Sabbath, High On Fire) para explotar sin previo aviso, virando, sobre turbios aromas jazz, a un muy intenso paisajismo sonoro que uno no había catado por aquí antes. En Kaput definíamos esa evolución hace algún tiempo en nuestra reseña de “Amanecer...”: “Si antes eran obsesivos, ritualísticos, terrosos, monocromáticos, ahora han cobrado la capacidad de transportar al oyente a lugares extraños, aunque sean, como sucede siempre, aquellos a los que el mismo oyente sea capaz de proyectarse. Nuevos paisajes se levantan, levitando solemnes pero al tiempo juguetones, plenos de matices y caras equívocas: lo mismo puede ser un abracadabrante paso de carnaval veneciano (...) que un opiómano arabesco de humo y metales. La música parece obedecer esta vez a un pulso más natural, como si de la opaca brusquedad de la edad del bronce hubiésemos pasado a las primeras civilizaciones y la vida floreciese. Orillas orientales, trompetas de victoria, música súbitamente carnal”.

No presenta “Sentencia” el abigarrado caudal mediterráneo, sino una solemne (pero también burlona) exhumación, una reducción al hueso, formulada lejos del esquema del rock o el metal, con una intro, un cierre y un elemento central de veintitantos minutos que se ancla en la tradición de la música cofrade andaluza tanto como se expande hacia un experimentalismo ascético, sintético, trenzado con marinera pobreza, con pocos mimbres, pero que resuena, quizá por eso, con disonante grandeza. Escasean las guitarras y cuerdas, o subyacen, domina intimidante el órgano, son las percusiones naturales pero lejos de lo físico, suenan a ceniza las trompetas y esa voz imperfecta que recuerda a las extáticas salmodias de Michael Gira en los Angels of Light. Es un trabajo que succiona el tuétano de ese ascetismo cruel que alguna vez fue la médula de España y que ahora resta solo en determinadas músicas y contados excesos. Y así, deriva por las calles oscuras, mal iluminadas, indefiniblemente misterioso cuando el clarinete ulula quedo, vibrante cuando chirría en clave de jazz agnóstico sobre la marcha procesional, un paso de Semana Santa descarnado y espectral.

Mantienen, eso sí, la innata capacidad para transportar al oyente a otros lugares, acaso más mentales que físicos. ¿Música sacramental o pagana? ¿O acaso el improbable pero real punto de intersección entre ambas? Un disco que es un interrogante en sí mismo y un desafío para cualquiera que quiera establecer su reino más allá de los clichés. Habrá que darles eternamente las gracias a Marco Serrato y compañía por abordar con tal sencillez un barco que los demás atisban en la lejanía, presas de una miopía nacional endémica, encadenados por la nostalgia al tópico o al síndrome del copista. Y a la gente de Alone Records, que los mantienen como la joya central de su corona, entre otro nutrido de bandas de sumo interés.

Quizá sean un sarcasmo del Diablo mismo que aquí se regocija en antinatural y polvorienta asociación con Dios... //LUIS BOULLOSA

Y LA VISIÓN de EL DRUIDA... Muy bueno lo de "lokian entity"...

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