jueves, mayo 15, 2008

KEVIN K & The Real kool Kats (Madrid, Wurlitzer ballroom, 14-5-08)


Hace unos cinco años Mr K dio en el Gruta 77 uno de esos bolos (noche inclemente en mitad de semana, poca promoción) a los que apenas asisten una veintena de personas, pero del que todos salen hablando maravillas. No fue para menos lo de entonces, una clase magistral de como condensar la herencia de ese primer punk neoyorkino aún seriamente infectado de glam (Thunders, Dead Boys, los primeros Ramones), cortante pero afectado al tiempo, y propulsarlo al aquí y ahora sin que la cosa huela a momia ni un poquito. ¿Cómo? Con un instinto melódico mayúsculo en su sencillez, unas guitarras que saben que el exceso mata y son pura fibra y una actitud que supura realidad por los cuatro costados. Con tales precedentes, no deja de ser una decepción que en su siguiente visita la asistencia fuese apenas algo superior. Pero poco importó, de nuevo. Superado mal que bien el trago de soportar a los Diesel Dogs (que alguien les diga que corten las canciones a mitad de minutaje, por Dios) y a sus metafísicas afirmaciones ("one for the money, two for the show, three for the bitches...", sin comentarios), llegó el amigo, arrastrando su careto de uva pasa, el enjuto suspiro tatuado que lleva por cuerpo y una guitarra a la que maltrata con naturalidad como si fuese una extensión se si mismo, para poner las cosas en su sitio. No se cuanto duró el concierto, ni importa un carajo; una festiva, celebratoria sucesión de hits del inframundo ("temazo tras temazo", que diría mi acompañante), ejecutada con inefable, impávida chulería, y apuntalada por una banda solvente y motivada. K punteó el repertorio con un puñado de versiones (un "This boots Are Made For Walking" de la que salió triunfante, "Chinese Rocks", "Sonic reducer"...), exitos instantáneos de la cultura popular que remacharon el empaque del show, pero sin las cuales el resultado hubiese sido igualmente suculento: puro corazón pop envuelto en navajeo de guitarras de callejón; bisutería suicida y barrial; orgullo de perdedor sintetizado a la perfección en esa chulesca estampa de comadreja hipodérmica envuelta en lentejuelas que dominó las tablas con mano maestra. El público, una amalgama extraña de rockeros de base, modernos infiltrados, psicóticos varios, ratas de bar y otras almas perdidas, montó una fiesta paralela que realimentó a la banda. Primer premio para la lesbiana espástica que bailaba como si le fuera la vida en ello y daba más miedo que Grace Jones. ¿Obedecía el extasis colectivo a la luna, el Lsd del ponche, a las ganas de epatar o el simple poder del Rock& Roll, esa música hedonista y transfiguradora como pocas? probablemente obedecía a todo ello, como tiene que ser. Volvimos a la noche con ganas de bebernos lo que quedaba de ciudad. Y ya sabemos que la veteranía es un grado, y tal y cual, pero lo cierto es que ante demostraciones de este calibre uno se pregunta seriamente si la historia no cometió un error con este gato descarriado. A él, por suerte ya parece darle exactamente igual. Tiene un bonito guardarropa, tres acordes y una (su) verdad. // Bastard Son of Cheetah Chrome

1 comentario:

Anónimo dijo...

este tío es la leche , yo supongo que le vi en la misma gira que dices tu , allá por e l2004 en el Azkena de Bilbao ( tardó mas de dos horas en empezar , falta de público, no creo que estuviesemos más de 30 personas, una de ellas x cierto Unax Ugalde ). EL concierto memorable, osciló entre power pop vitaminado y su pasión por J Thunders ( versioneó Too much Junkie bussiness y One track Mind ) , yo salí rendido , como en un sueño .
Esperemos que venga más a menudo este pequeño outsider , malencarado afeminado y con aspecto de junkie dandi fatal